El origen de la banca islámica data del comienzo del Islam en el siglo VII. La primera esposa del profeta Mahoma, Khadija, era comerciante, y actuó como agente de su negocio, utilizando muchos de los principios utilizados en la banca islámica contemporánea. En la Edad Media, el comercio y la actividad comercial en el mundo musulmán dependían de los principios de la banca islámica, y estas ideas se extendieron por España, el Mediterráneo y los Estados bálticos, lo que podría haber proporcionado una base para los principios bancarios occidentales. En la década de 1960 a 1970, la banca islámica resurgió de nuevo en el mundo moderno.
Este sistema bancario se basa en los principios de la ley islámica, también conocida como la Sharia y guiada por la economía islámica. Los dos principios básicos son el reparto de pérdidas y ganancias y la prohibición de la recaudación y pago de intereses por prestamistas e inversores. Los bancos islámicos no cobran ni pagan intereses de una manera convencional en la que el pago de intereses se establece por adelantado y se considera como el precio predeterminado del crédito o la recompensa por el dinero depositado. La ley islámica acepta la recompensa de capital para los proveedores de préstamos solo sobre una base de reparto de ganancias y pérdidas, trabajando sobre el principio del rendimiento variable conectado a la productividad real y el rendimiento del proyecto financiado y la economía real. Otro aspecto importante es su característica empresarial. El sistema se centra no solo en la expansión financiera, sino también en la expansión física de la producción y los servicios económicos. En la práctica, hay una mayor concentración en actividades de inversión tales como financiamiento de capital, financiamiento de comercio e inversiones inmobiliarias. Como este sistema bancario se basa en principios islámicos, todas las garantías de los bancos siguen la moral islámica. Por lo tanto, podría decirse que las transacciones financieras dentro de la banca islámica son una forma culturalmente distinta de inversión ética. Por ejemplo, las inversiones que involucran alcohol, juegos de azar, carne de cerdo, etc. están prohibidas.
Durante las últimas cuatro décadas, el sistema bancario islámico ha experimentado una gran evolución desde un pequeño nicho visible solo en los países islámicos hasta un competidor rentable, dinámico y resistente a nivel internacional. Su tamaño en todo el mundo se estimaba en cerca de 850 mil millones de dólares a fines de 2008 y se espera que crezca alrededor del 15 por ciento anual. Mientras que el sistema bancario sigue siendo el principal componente del sistema financiero islámico, los otros elementos, como Takaful (compañías de seguros islámicas), fondos mutuos y Sukuk (bonos islámicos y certificados financieros), también han sido testigos de un fuerte crecimiento mundial. Según una estimación confiable, la industria financiera islámica ahora asciende a más de 1 billón de dólares. Además, la oportunidad de crecimiento en este sector es considerable. Se estima que el sistema puede doblar su tamaño en una década si continua la progresión actual en el futuro.
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