Recuerdas que cuando eras adolescente le pedías a tus padres que te dejaran dinero para ir al centro comercial, al cine o para comprar algo que llevabas años esperando comprar. Cuando lo pedías, probablemente te responderían: "Te daré algo de dinero, pero debes ganarte el resto" o "¿Cómo vas a devolverme el dinero que me estás pidiendo?" No estoy seguro por qué la palabra "préstamo" se usa en este contexto, pero seamos realistas, con qué frecuencia realmente les devolviste el dinero a tus padres.
El término préstamo es una palabra muy interesante. Según el diccionario, pedir prestado se define como utilizar algo que le pertenece a otra persona con la intención de devolverlo. Cuando eras adolescente, realmente tenías la intención de pedir prestado dinero a sus padres o estabas utilizando estas palabras porque creías que aumentaría tus posibilidades de obtener el dinero que querías para ver esa película, ir al centro comercial o comprar algo.
Pedir dinero prestado de adolescente para invertirlo en tus pasatiempos y deseos es completamente diferente a pedir dinero prestado de adulto para invertir en una empresa comercial. Dudo mucho que tus padres te dejen de hablar porque nunca devolviste el dinero que pediste prestado para comprar el suéter que querías tener. También dudo de que tu amigo o tu primo haya dejado de ser amigo tuyo en las redes sociales porque nunca pagaste el dinero que pediste prestado para una pizza.
Si bien esos escenarios parecen triviales, no lo es cuando esas mismas personas invierten en tu empresa. Sí, nuestros allegados quieren vernos triunfar. Sí, estas mismas personas nos alentarán a lo largo de nuestro viaje. Y sí, nos echarán una mano para ayudarnos a ir por el buen camino. Sin embargo, las cosas pueden ponerse terriblemente feas cuando hay un bache en el camino, o tu empresa ha caído en una zanja y el próximo paso es pedir dinero a tus amigos y familiares.
Recibir dinero de amigos y familiares para invertir tiene algunos beneficios. Uno, puedes evitar el proceso más temido cuando se necesita dinero... negociar con los bancos. Dos, puedes establecer tus propios términos y pautas sobre como usar el dinero. En tercer lugar, lo más probable es que recibas el dinero mucho más rápido que si te lo presta un banco. Y cuatro, si es necesario, la capacidad de ajustar los plazos de devolución puede ser un poco más flexible con repercusiones mucho menos severas.
Si bien todas estas ventajas pueden dar la idea de que un préstamo familiar o de amigos es ideal... en realidad, no lo es. Por cada beneficio, hay por lo menos dos inconvenientes. Sí, puedes evitar los bancos y establecer tus propios términos con un plan de devolución flexible. Esta sería la utopía de los emprendedores, sin embargo, si las cosas no funcionan de acuerdo al plan, las ventajas se desvanecerán rápidamente y serán reemplazadas por una pesadilla inimaginable.
¿Podrías imaginar a tus padres, primos, tíos o amigos cercanos con los que has tenido una relación de por vida dejar de hablar contigo abruptamente? ¿Te imaginas que no te invitaran a la boda de tu mejor amigo? Incluso si fueras la dama de honor o el padrino. ¿Podrías imaginar una Navidad o tu cumpleaños sin la compañía de tus seres queridos? ¿Qué pensarías si fueses el destinatario de desagradables mensajes de texto o de voz de estas mismas personas?
Si alguna vez incumples un préstamo con el banco, nunca tendrás que preocuparte por encontrarte con ellos en el supermercado, lo que daría pie a un encuentro incómodo; sin embargo, esa es una situación plausible si incumples un acuerdo financiero con un miembro de la familia.
Mientras que hacer negocios con la familia puede estar lleno de buenas intenciones por ambas partes, recuerda que la iniciativa empresarial es una vía arriesgada y, si no te sientes cómodo jugandote el futuro de tus relaciones personales, entonces decide apostar por una financiación convencional. Es importante recordar que dentro del ámbito de los negocios y el espíritu empresarial, los únicos sentimientos que deberían permitirse son los de tu pasión por tu negocio.
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